ARQUITECTURA BARROCA: Esta iglesia fue construída sobre las ruinas de una anterior iglesia medieval que se quemó en un gran incendio en 1666 que asoló a Londres. Se cree que allí fue donde se construyó la primera iglesia británica allá por el 604 gracias a un agustino que se dedicó a convertir a los anglosajones del momento y llamado Melito de Canterbury. Este primer cenobio tuvo diversas ampliaciones hasta que Íñigo Jones, en 1633, la restauró añadiéndole un nuevo pórtico con toques clásicos que desapareció debido al incendio. Christopher Wren fue el encargado de crear la nueva catedral que diseño desde la planta centralizada. La fachada occidental, a primer golpe de vista, nos recuerda a la de San Pedro del Vaticano, iglesia de la cual el arquitecto se inspiró. Dos órdenes superpuestos rematados en el segundo piso con una estructura edicular de doble columnado dórico. Los laterales se convierten en sendas torres de 63 metros de altura rematadas en dos cúpulas pequeñas que recuerdan a las de San Ivo alla Sapienza de Roma. La espectacular cúpula central brunelleschiana centraliza todo el conjunto arquitectónico. No en vano, su cúpula es la segunda más grande del mundo después de la propia vaticana. Para llegar a ella hay que subir 530 peldaños y así contemplar los magníficos frescos de James Thornhill con escenas de la vida de San Pablo. Destacar el magnífico coro tallado en madera con mosaicos decorativos de inspiración bizantina y el fenomenal órgano. Esta edificación sobrevivió íntegramente a los bombardeos londinenses de la Segunda Guerra Mundial y es la catedral donde se realizan los eventos más importantes de la realeza y de la sociedad británica. En su famosa cripta podemos encontrar al almirante Nelson, a Wellington e incluso a Lawrence de Arabia.
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