ARQUITECTURA DEL SIGLO XX: La revolución plástica que comportó esta capilla para seguidores y discípulos de este maestro vino dada por su acercamiento a la arquitectura sacra. No olvidemos que Le Corbusier era agnóstico y cuando recibió el encargo de este lugar de peregrinación destruido por los bombardeos en la II Guerra Mundial, tuvo que pensarlo. Igualmente, él estaba de acuerdo en la introducción de la arquitectura y la pintura moderna en las construcciones religiosas. Una vez convencido le sedujo el enclave ya que estaba en un promontorio de unos 500 metros de altura. Otro elemento que generará la curiosa forma afilada de la iglesia fue el descubrimiento de un caparazón vacío de un cangrejo que encontró en una playa de Long Island. Apoyado en cuatro gruesos muros esta forma de concha servirá como modelo para la cubierta. Ésta se construye como si fuera un ala de un avión, es decir, de una sola pieza utilizando el hormigón de manera bruta que le da un color más oscuro. Esto contrastará con la blancura de las paredes que tendrá un refinamiento mayor con el mismo material. Los muros son independientes y separados de la cubierta por una hendidura, pero a la vez sujetos por pilares de hormigón que conforman la verdadera estructura portante del edificio. La planta de la capilla es asimétrica y los suelos del altar son de piedra. Se coloca en el interior una virgen policromada del siglo XVII único vestigio de la antigua capilla. Los muros juegan con pequeños ventanales que contienen vidrieras creando en el interior efectos de luz por el abocinamiento de las mismas. También, las paredes interiores laterales caen en diagonal evocando modernos contrafuertes. Los campanarios recuerdan las estelas funerarias de Esquía. Lo que más destaca de esta iglesia es el juego de luces y sombras, rompiendo con aquella obsesión de las superficies claras y la luminosidad homogénea de los años 20. Consigue una fusión de las artes: arquitectura, escultura y pintura.
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